lunes, 3 de agosto de 2009

SOLDI Y SANTA ANA DE GLEW por Alberto Peyrano

Buenos Aires y su entorno es siempre una experiencia enriquecedora e inolvidable. Esta urbe, inmersa en su alienación cotidiana de prisa y humedad, generalmente provoca en los “regreso a casa” una modorra y una somnolencia que es insoslayable. Y no miramos a veces por la ventanilla de los transportes y entonces no nos enteramos de cosas o lugares que están ahí, al alcance de la mano y que luego, al reparar en ellas, expresamos “¿Cómo no lo vi antes?”.

Así sucede cuando el propio habitante de la ciudad baja sus decibeles, se toma una cuota de relax y toma un tren o un ómnibus y llega, por ejemplo, a un lugar llamado Glew. Este nombre está unido a otro que inmediatamente nos remite a imágenes angélicas, trovadores, damas transparentes con capelinas y encajes. Se trata del pintor Raúl Soldi (1905-1994), quien supo ganarse con propiedad un lugar destacado entre los grandes de la pintura.

En 1953 Soldi comenzó a pintar los murales de la Iglesia de Santa Ana en la localidad de Glew. Con 46 años de edad y una enorme cantidad de premios y galardones ganados tanto en el país como en el exterior, con una activa participación en exposiciones internacionales, ya casado con Estela Gaitán, Soldi emprende un largo viaje en el tiempo para recorrer cromáticamente la vida de Santa Ana y de la Virgen, concluyendo esta obra en 1976.

Cuando Soldi conoció Glew se enamoró de ese pueblo, captó la magia bonachona de un lugar bucólico y pacífico a escasos 30 kilómetros de Buenos Aires, donde en aquella época aún había muchos molinos y la gente se trasladaba en sulkys, breaks, americanas y volantas, un pueblo totalmente arbolado. Hay un permanente clima de colores en Glew, que el pintor supo capturar con maestría para instalarlos en sus obras para siempre. Los veintitrés veranos de Soldi dedicados a Santa Ana lo transformaron en un lugareño más, su identidad y su figura se fueron fusionando con Glew. Se afincó en una casita que compró, a pocas cuadras de distancia de su monumental y sagrado atelier. Esa casita ya no existe y en su lugar se levanta el edificio de la Fundación Soldi, con una exposición permanente de sesenta obras del pintor.

Veintitrés veranos de colores, armonía de líneas, escenas bíblicas que se van ajustando con el vecindario. Glew mismo llega a ser una permanente fuente de inspiración que el pintor utilizó como una irrepetible escenografía donde montará su ópera sagrada. Fusiona a la perfección el lugar con la historia bíblica. Santa Ana, San Joaquín, María y su Niño conviven a la perfección con las calles de tierra, las arboledas, los molinos, el almacén de ramos generales, y hasta con algunos personajes locales como sacerdotes, maestras, monaguillos y parroquianos. La iglesia está pintada en su totalidad por el artista. La obra no es una suma de diseños dispersos en sus paredes, sino el trabajo de toda una vida, la entrega a un ideal artístico que naturalmente lo catapultó al grado de maestría en el arte de la pintura. Podríamos decir que se trata de una Capilla Sixtina acriollada y regional, enriquecida permanentemente por el afecto de los vecinos y lugareños que han depositado allí todo su amor por la obra de Soldi, en perfecta conjunción con su devoción a Dios.

Hay una famosa canción caribeña, “Angelitos Negros”, donde el autor le reprocha al pintor por no haber pintado un ángel negro. Aquí en Glew encontramos la contraparte de aquel bello y emotivo bolero: Soldi pintó un ángel negro entre los tantos que se agitan y sobrevuelan permanentemente los murales del templo. Hasta pudo lograr la magia de presentar en la misma escena distintos momentos y distintas edades de sus sagrados personajes. Y como un hacedor de milagros, también logró que el templo católico quedara representado en algunos pasajes como una sinagoga.

Se agita en el poblado un aletear de ángeles cuando las campanas de Santa Ana comienzan a tañir. Los etéreos seres van llegando a la cita, que los conmina a ubicarse en sus lugares respectivos sobre las paredes del templo. Algunos son azules, otros rosados, unos llegan cabalgando gráciles corceles y otros acompañan a la Virgen y a su Madre que viajan en una elegante volanta pueblerina, entre los sauces, dejando atrás los molinos, mezclándose con la gente, transponiendo las rejas sin tiempo.

Al despedirse el visitante, cuando cae la noche y todo ha quedado en recogimiento, cuando las puertas del templo ya cerradas coronan el silencio del lugar, pueden apreciarse, casi diluidos en el espacio penumbroso, pinceles que van y vienen de una pared a la otra, risas de niños que abandonan los frescos y murales, molinos que giran sus aspas raudamente, trotar de herraduras y goznes de carruajes, sedas crujientes deslizándose sobre los pisos de mosaicos. Es que Soldi ha vuelto a su tarea y mañana... mañana y como cada vez, la Capilla de Santa Ana deslumbrará a su visitante con esa maravillosa sensación de estar recién pintada.


Iglesia Santa Ana – visitas guiadas
Moreno y Sarmiento, Glew (Pcia.Buenos Aires)
Lunes, Miércoles y Jueves: de 9 a 12 y de 15 a 17; Sábados de 15 a 19; Domingos de 9 a 13 y de 15 a 17hs.

¿Cómo llegar?
Tren: Metropolitano (Ex Roca), ramal Glew, estación Glew (la Parroquia está a 3 cuadras de la estación)
Colectivos: líneas 79, 51, 506, 501, 385, 435, 404
Automóvil: Desde Avenida Hipólito Irigoyen (zona sur) doblar en calle Sarmiento

Publicado por © Alberto Peyrano
Buenos Aires, Argentina
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