El Paraíso! El lugar de la felicidad en vida que uno quisiera eterno.
Pero nada lo es. Ni la más ampulosa de las promesas, ni la firma de un contrato ni la fortaleza del más potente sentimiento. Entonces el presente se transforma en pasado en un instante y el futuro ya deja de serlo; y los sueños y esperanzas se cumplen sólo en el tránsito que lo pudo concebir, trastocando todo en recuerdo en un abrir y cerrar de ojos.
Todo tiempo pasado lo fue y lo sigue siendo. Todo presente por venir se anhela. Toda ilusión del porvenir se espera. Pero el tiempo inexorable llega sin medir las consecuencias del andar errante; sin la brújula del norte ni el horizonte lejano e inquietante. Sólo es zozobra y despropósito; sólo es angustia y descontrol. Vuelo sin rumbo y viento en contra. Volver los pasos sin saber por qué. Así, el apuro nos limita y cansa. No nos permite ver un más allá. Y entonces gana la impresión doliente que sufre de un herir profundo, sin descubrir ni el antes ni el después…
Pero de pronto me di cuenta que todo esto era un sueño. Me desperté de golpe y me tranquilicé. Traté de recobrar las fuerzas y ordenar las ideas. Mi cuerpo y mente no habían descansado bien. Una paz interior me fue alegrando. La noche oscura había vuelto a aclarar. Una luz brillante me alumbraba. Un viento suave de un rincón del alma nacía, sin ni pensar en aquel anochecer. Las campanadas que anunciaban donde se iba a marchar lo que ya no es. Llanto del mar, canto profundo, de quien pudiendo andar pudo volver. Ecos vibrantes de armonioso florecer.
Me preparé para recibir lo mejor del nuevo día. Mi espíritu se abría a percibir y disfrutar un nuevo sol. Mi cuerpo ayer herido, sanaba sus dolores y mi mente se adentraba en mi ser. Se habían desterrado la maldad, el horror y la tristeza. Todo era alegría, todo era bondad y amor. Y así fue por largo tiempo. Pero volvió a oscurecer. Temí del sueño, no quise adormecer. Pretendí quedarme despierto. No fue posible. Sin yo notarlo, en otro sueño había caído; aún más que ayer. Y así se fue llenando el calendario como las hojas de un otoño atardecer.
Hasta que un día, tan de pronto e inesperado, de un sueño a otro sin despertar me fui tras otro amanecer. Y aquí la algarabía de almas escondidas, que me estaban esperando, y a quienes pude ver, ya pude agradecer.
La luz gloriosa me había iluminado para encontrar la paz, la claridad y felicidad de la verdad eterna, que en otro ser, iba a nacer.
Publicado por Adrián Di Stefano
© Buenos Aires, Argentina
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