jueves, 13 de agosto de 2009

ALBERTO PEYRANO, DOMADOR DE TORMENTAS. SEMBLANZA DE UN POETA por Jaro Godoy

De tarde en tarde alguna ráfaga
hacía circular sobre el paisaje
jirones dormidos de bruma.
(Knut Hamsun)

Bajo la sombra desprendida de un ciprés el poeta desgrana, como las rojas lágrimas de un granado, la tenue luz de un cáliz ingrato:
Y se hace vieja la calle...
Tan vieja y agobiada
donde la mañana
sólo sirve para nada...
Desde la melancolía, tan vieja como la misma noche, alberga colecciones de sueños, como el gran profeta de la palabra, que ensimismado desteje la frágil entelequia, donde la belleza entrega a sus hijas en el altar pagano que arde como fuego eterno en el corazón mortal de un ángel, que ha partido buscando la sangre que mana de un horizonte humillado.

Alberto Peyrano es un alquimista de la palabra que encontró su piedra Roseta escondida en un suspiro que la noche abandonaba; como un barco en altamar que ha perdido su capitán, tejiendo sus redes malheridas, traduce el silencio de la rosa, mientras sueña el principio de un beso que se estrellara en las almas deshojadas, como un silencio perdido en el eco azul de las tormentas:
“...Ven poeta del viento
que aquí siempre te espero
con mis manos abiertas para darte
la canción de mi tierra...”
La música resuena en su aliento, dejándose llevar por extraños mares donde se desnuda la poesía.

Orfebre de casta distinguida, domador de las tormentas, caballos de agua cruzan las entretelas de sus misterios para dejarnos el idioma bizarro que, marcado por los siglos, aparecen en su cuerpo como tatuajes cincelados:
“...Nos fundimos en versos
que han brotado
de un profundo llamado
donde el alma clama
por encontrarse con hermanos...”
acontece la búsqueda de todo poeta comprometido, por las hebras metafísicas que habitan la hoguera de sus entrañas:
“...Tal vez la Buena Madre
ya aturdida por tanto cruento, ingrato poderío
apeló a su hermana la Poesía... “
Se corre la transparente cortina de la lluvia y se presenta la demanda infatigable de encontrar la palabra, esa palabra que llene la vasija de la incertidumbre con luciérnagas de mil colores.

En el canto de este poeta que ha pasado ya las barreras de la palabra y se ha instalado como el muro en blanco, referente indomable del lenguaje en carne viva, escuchamos la voz de Alejandra Pizarnik: “Cuando a la casa del lenguaje / se le vuela el tejado / y las palabras no guarecen / yo hablo.”

Así nuestro poeta, comprometiendo las fibras últimas del lenguaje nos lleva de la mano a un viaje mas allá de los límites de la simple palabra, nos sumerge en un mundo hasta ahora desconocido, donde reina la belleza y el amor es el único aire respirable.

Florece, como la vieja tonada de los enamorados, la dulce melodía de los ángeles en tardes de reposo; entrar en la poesía de Alberto nos obliga al despojo absoluto de nuestras primitivas ropas, atarnos al mástil con dogales y abandonarnos a la sutil melodía que escuchara Ulises:
“Vaga el hombre
con su alma
persiguiendo
sus fantasmas... “
...aquellos fantasmas que atan los sentimientos con alambres de silencio, un silencio ardido que agoniza en brazos de la luna, sobre un tiempo detenido en la pausa del invierno.

Como tallando una melodía, macerando el tiempo de viejas nostalgias, el lirismo imperante en la inspiración de nuestro poeta nos deja el alma al revés, ya el horizonte, ya la rosa, ya las tardes, ya la poesía, nunca volverán a ser miradas con la misma contemplación; el traductor de silencios, pone el cuerpo al servicio de su escritura:
“...¿Hasta cuándo es la cuota de pagar con insomnio
el vuelo del amigo que se ausentó esta noche
sabrá quién hacia dónde?...”
En la huída de las respuestas, el poeta nos deja la quintaesencia predestinada de una búsqueda, que no tiene mas fin que el humo de una revelación, pero que cruzará nuestras almas celebrándonos de la manera más bella y dejando el grabado imperenne de un poeta que escribe en el viento con tinta de perfección, señales divinizadas, que marcarán el camino, cruzando nuestras noches, como luminarias para el peregrino descaminado.

Saldremos de la poesía de Alberto Peyrano fertilizados de luz y encantamiento, con el afán de ir por la vida, buscando las semillas de la perfección, buscaremos a partir de entonces el cifrado paraje, donde la belleza da a luz a las tímidas hijas de la poesía, y en nuestra barca de nostalgias dejaremos el puerto, seguros de haber estado en los territorios donde fragua sus voces el domador de tormentas.
“...Existe un árbol donde un pájaro
renunció a su canto cierta noche,
y le contó al poeta
la negra pesadilla que observó
bajo sus ramas,
tal vez para llorar con él
o para buscar apoyo
en los gritos del verso
que la angustia inspira,
con la esperanza anticipada y casi vana
de un poeta escuchado y atendido
en medio del vacío.”
Publicado por © Jaro Godoy
Mar del Plata, Argentina.
Damos la bienvenida a Jaro Godoy y agradecemos su colaboración para Notibar
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2 comentarios:

Jaro Godoy dijo...

Como podria pasar desapercibido un poeta que guarda la altura de una rosa que crece en el cielo?, una vez mas sorprendido por la belleza de la palabra, Alberto, tu poesia deberia escribirse siempre en mayusculas, gracias, eterno amigo,de las sombras y de las soledades que estan tan solas como nosotros, los poetas.
Un abrazo, mi hermano.
Jaro Godoy.

Anónimo dijo...

Excelente nota del escritor Jaro Godoy para destacar a un talentoso creador como lo es, el Poeta y escritor Alberto Peyrano.El blog es de alta calidad de expresión.

Saludos
Kellypocharaquel