Al decir de Alberto Cortez, “cuando un amigo se va, queda un espacio vacío”...En este caso, partió Radio Amadeus para siempre y un espacio tan amigo de todos, quedó vacío, pero enseguida, casi al instante, fue ocupado por un contenido totalmente ajeno y opuesto al que venía ocupando la música de los grandes creadores de la Humanidad. Son las cosas que suceden en la Argentina, donde nunca hay seguridad en la permanencia de nada. En este caso, más allá de las motivaciones personales, generales, económicas o de poder que llevaron a cerrar esa emisora, lo que se nota, se siente y se sufre es un atentado a la cultura. Y lo triste del caso es que quienes representan legalmente a los ciudadanos no hagan nada en una situación como ésta, porque lo que el poder de turno debiera haber hecho, hubiera sido tomar cartas en el asunto y defender un poco más los intereses internos, sensibles, creativos y vivificantes de sus ciudadanos, haciéndose cargo del hecho, pues si hubo disposición monetaria para campañas políticas recientes, la inversión no hubiera sido tan grande en el caso de sostener una radio con un perfil determinado, el de la música clásica, y que ya había sido incorporada en la mayoría de los hogares de la gente que ama esa música. Radio Amadeus quedó sin voz de la noche a la mañana, dejó de emitir su mensaje, tal vez le falló la respiración en esta neumonía cultural que sufre nuestro país, donde la fuerza de unos pocos intentan dirigir el gusto y la elección de todos.
Y si no, baste como otra muestra de esta letal política “oficial” la falta de convocatoria de artistas que ha habido, desde las autoridades, para dar vida a un nuevo festival de tango que resulta una vergüenza nacional. Nombres repetidos hasta el cansancio que ya han opiado al público porque no le ofrecen nada nuevo, anquilosan al arte de tal manera que día a día están cometiendo un crimen de lesa humanidad al no preocuparse por mejorar su arte, por no estudiar –se les nota a simple vista y a simple oído el deterioro- por ocupar todos los lugares disponibles y manejarse con aquello que decía el Viejo Vizcacha: “hacete amigo del juez...” en sus hipócritas consejos al hijo de Martín Fierro. Efectivamente, un ramillete no muy santo de “tangueros” oportunistas y aferrados al poder, son los que están dando vida a un “festival” de nuestra música ciudadana, quitando la oportunidad a otros artistas que se preocupan día a día por mejorar, por crecer, por estudiar, por realizar grabaciones pagadas por ellos mismos, que tienen ideales y que no cuentan con la oportunidad de darle lo mejor a un público educado en la medianía de escasos nombres rimbombantes y creyendo, al fin, que con esos nombres se terminaron las oportunidades de conocer algo más, de incorporar algo nuevo, de darse cuenta que el tango sigue vivo y sus células crecen, se manejan e insisten en vivir pero sólo en oscuros pasadizos de la ciudad consumidos por unos pocos, que son los que realmente saben ver.
Pero no es ésta la verdad del Arte: materializar componendas con fines económicos que resultan en cifras siderales superlativas que cuenta con un público no educado en la riqueza de las expresiones sino en la consagración de pocos nombres acrecentados por el sustento de permanencia que les da el poder. El Arte es la sumatoria de las expresiones de todos los artistas y un “festival” es la oportunidad para mostrarlas, para lanzarlas al pueblo y tampoco esta vez se llegó a eso.
Esta palabra “pueblo” ha sido tan prostituida en su uso, que hablar así muchas veces remite inconcientemente a un discurso de corte político con características demagógicas, por eso debo aclarar que estoy refiriéndome al alma humana de un país o un territorio. Un pueblo al que se le niega y se le distorsiona la cultura y que tampoco reacciona, es un pueblo enfermo, un pueblo dominado, sometido, que sirve a oscuros fines sin saberlo. ¿Es tal vez un pueblo afectado por la pandemia de una gripe cultural desencadenada desde oscuros y sórdidos intereses de poder? El resultado es que nuestra cultura está en terapia intensiva. Estos dos acontecimientos, donde se ha manejado el crecimiento de la gente restándole flujos de vitalidad, demuestran por sí solos un pronóstico no muy halagüeño frente al cual habrá que estar alertas para que no empeore, al menos dentro de nosotros, que es por donde debe comenzar toda verdadera resistencia.
Publicado por Alberto Peyrano
Buenos Aires, Argentina
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