Como ayer manejando, ahora estoy sentado frente al televisor. Un aparato que se sigue llamando como antes, pero que cambió, aunque igual nos permita ver imagen con sonido que nos acompaña y entretiene. Llena vacíos y nos despliega un paisaje atractivo y singular.
En seguida, me doy cuenta que mi mirada esta perdida. No estoy viendo lo que veo. Da lo mismo si mis ojos están cerrados o abiertos. Hago un esfuerzo por concentrar mi mirada y lo logro. ¿Para qué? Tómese esta frase como una exclamación, más que como una pregunta. ¿Para qué?
Ahora sí me lo pregunto y no encuentro respuesta.
No hace mucho, había pocas alternativas. Ahora se han sumado de a muchas varias decenas. Y de todos los colores y lugares. Pero tradicional y obsecuente, me detengo a observar aquellos programas de mayor audiencia y que por consiguiente marcan tendencias, modas y costumbres.
Competencias imbéciles, jurados que acreditan lo que no tienen, arquetipos impresentables, poca cultura, nula educación, falta de respeto. Todos hablan, nadie escucha. Todos quieren tener la razón. Y la gente como idiota tras un ideal de modelo inconsistente que sólo anhela trascender sin justificación.
Entonces me pregunto: ¿dónde esta aquel alegre resplandor? ¿Dónde fueron a parar la honestidad, la dignidad y el honor?
Sólo oscuridad y desazón. La risa idiota me desvela y no le encuentro un porqué por la sola distracción.
¿Hasta cuándo? ¡Y cuánto habrá que soportar cuanta mal intencionada y febril desinformación. Todo es negocio! Como lo fue la mala educación, la no salud y el descontrol.
Alguien diría: “Sabe el Rey que el pueblo sufre, y que el pobre desvanece, y que todos los días 13, se huele en Palacio azufre?”, como un mejor poeta desahuciado e impotente.
Mientras otro diría: “Porque reviento y me brota. Y entonces grito aquí mismo, que ¡no tiene Patriotismo quien no cuida al Compatriota!”
Publicado por Adrián Di Stefano
Buenos Aires, Argentina
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