
No poseemos esa libertad divina que Dios confirió al primer hombre producto de su creación, porque a lo largo de los siglos y a continuación de cada historia los hombres han perdido su libertad, ese don tan preciado que deberían cuidar como a la vida misma.
Primero el hombre fue cautivo de los elementos naturales, luego el hombre fue cautivo del hombre. Después el humilde fue cautivo del poderoso.
Pasaron las civilizaciones y los hombres dejaron de ser cautivos de los otros para seguir siendo cautivos de ellos mismos, de sus miserias y sus pasiones, de sus instintos y de ese poder que le permite ser amo y soberano.
Dentro de si el hombre perdió la libertad en pos de utópicos ideales.
Y vuelvo a la historia del principio, dicen que la culpa del cautiverio de los animales es de quienes pagan por verlos. Tal vez tengan razón, solo hay que mirarlos y ver dentro de sus ojos esa tristeza de estar dentro de una celda llena de rejas y paredes que les impide correr y retozar a su gusto.
Pero el verdadero culpable es aquel que se dedica a lucrar en su propio beneficio con los animales y no el que los domestica para que cumplan una función en su larga o efímera vida.
La gente paga para ver al lobo marino, pedirle un aplauso, rascarse la nariz, para ver las travesuras de las focas y las pruebas de equilibrio de un delfín, y tantas otras cosas más.
Cero que esos animales de Dios que juegan a ser humanos son felices, si volvieran al mar o a la selva morirían porque perderían la mano de quien los alimentó, los acarició y los protegió, el que los hizo cautivos para acercarlo mas al hombre.
.
Publicado por Marta Milesi
Buenos Aires, Argentina
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario