lunes, 21 de septiembre de 2009

ESPERANZAS PERDIDAS por Luiz Carlos Silva Pereira


¿Pueden ustedes imaginar cuántos ninos y adolescentes fueron repatriados a México por Estados Unidos en el último trimestre? Las estadísticas muestran que han sido más de cinco mil, la mayoria en búsqueda de una vida mejor que la ofrecida por su país, cuya capital tiene alrededor de veinte millones de habitantes y la más larga avenida del mundo, la Insurgentes.

No recuerdo el nombre del escritor que dijo: “¡Pobre Mexico! Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”. Con seguridad, en la época de ese dicho hubo una distorsión parcial pues, después de Brasil, México es el país donde la creencia cristiana tiene la mayor penetración entre los pueblos.

No hay duda de que, sin tener la protección de un adulto, los niños y adolescentes quedan, por su fragilidad, expuestos a la trata de personas mal intencionadas en todo, a la explotación sexual y laboral, violación, mal trato y tráfico de drogas, todas las infamias generadas por la miseria.

Téngase en cuenta que el año pasado fueron casi dieciocho mil los repatriados, con unos cuantos ya metidos en la delincuencia organizada, visto que el “reino encantado” que imaginaban encontrar forrado de billetes verdes no era exactamente el paraíso que buscaban alcanzar, tras peligrosas aventuras, como son la de los clandestinos.

Según lo que informa la Secretaria de Relaciones Exteriores, buena parte de esos aventureros provienen, no necesariamente, de regiones fronterizas, de ahí que planean un largo recorrido para que puedan alcanzar, de preferencia, la espléndida California.

Hay aún otro problema a ser resuelto: no todos hablan español y sí lenguas indígenas, lo que torna imposible un contacto con sus responsables. También hay que evitar que muchos de los que se arriesgan a una aventura, muchísimas veces fatal, sobrevivan como drogadictos o mercaderes de drogas, además de la prostitución.

Para eso, no falta gente mala, sin escrúpulos, criminales de todos los tipos. Los “coyotes” se enriquecen con sus caravanas de desesperados, garantizando la entrada en suelo americano a través de propinas y coimas siempre elevadas.

Los que no tienen plata vuelven con las esperanzas perdidas, aunque sin abandonar los sueños de de una nueva embestida.
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Publicado por Luiz Carlos Silva Pereira
Rio de Janeiro, Brasil
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