Siempre he escrito sobre las amigas, las mujeres que comparten conmigo en mi caminar. Hoy mis líneas son dedicadas a un hombre. Un hombre que no fue ni mi padre ni mi hermano; que no fue mi hijo ni mi esposo; ni siquiera mi amante. Este hombre fue tan sólo un gran amigo; casi un hermano. Un amigo incondicional que me enjugó lágrimas, me hizo reír y me dió fuerzas y ánimo. Un amigo que también lloró y rió junto a mí, que me acompañó en una de las etapas más difíciles de mi vida.
Lo conocí en la reunión mensual de un Club Literario en la Universidad. Acababa de perder su esposa de una penosa enfermedad. Apenas a cuatro meses del fallecimiento ya hablaba de terminar un libro en defensa de la mujer; un libro dedicado a la memoria de esa mujer con la que vivió quince años de pleno amor y reciprocidad. La experiencia había sido única. Jamás olvidó a Gladys. Ella iba con él dentro de su corazón. Y nos enseñó a quererla, aún sin haberla conocido.
Su libro: “Yo: Hombre-Mujer” fue controversial. Algunos tildaron el texto de obsesionado con el tema de la mujer; otros dudaron de su hombría, sin embargo José Luis permanecía firme e indiferente frente al que dirán. José Luis nos instaba a leer o a escuchar las noticias; a estudiar la historia para comprender el abuso y la violencia doméstica de la que ha sido víctima la mujer en todas partes del mundo. Culpaba al fenómeno del machismo, a la Sociedad en general y a la complicidad de las Organizaciones y Gobiernos, incluso a los preceptos de la mayoría de las religiones para mantener sometida a la mujer. Razón por la cual no estaba afiliado a ninguna secta ni religión denominada. Sin embargo, era creyente, no ateo como algunos creyeron. Era un ser totalmente espiritual, con dotes especiales para profetizar y visualizar el futuro. Esta cualidad la aprovechó siempre con el propósito de ayudar a su prójimo.
Luego de su fallecimiento y revolviendo entre sus papeles encontré teléfonos de familiares, amigos, y compañeros de labor a los que llamaba con frecuencia; recibos de envíos de dinero. En su archivo propio conservaba un buen número de recortes de periódicos y revistas sobre el tema de la discriminación y los abusos en contra de la mujer. A su juicio la mujer era considerada: Reina de la creación a la que el hombre no sabía apreciar, valorar ni merecer, debido a su programado machismo.
Jose Luis permitía que un hombre harapiento y sin hogar durmiera en su carro todas las noches. Ayudaba a la mujer, aunque fuera una prostituta. Y lo hacía porque conocía que muchas de ellas estaban indocumentadas. Así, mantenían a sus padres ancianos o hijos sin que estos supieran la profesión de su madre. Visitó y ayudó a los ancianos; ayudó en todo sentido a los demás. “El Pelado”, como le llamábamos a veces de cariño, siempre ofreció sus consejos y sugerencias a todos.
José Luis era un verdadero especialista en poner lozas y mármol; pero también era un escritor, destacado en temas para la mujer y la Sociedad en general. No estaba en contra de los hombres, pero sí en contra del machismo y toda actitud dominante. Creía en la individualidad y el respeto, en el diálogo y la aceptación, pero sobre todo en la reciprocidad. Nos decía que teníamos que vivir siempre atentos; siempre observadores y siempre aprendiendo. No estaba en contra del matrimonio; pero sí en contra de las pseudoparejas que viven con máscaras o unidos por conveniencia. Creía en la paternidad responsable no en la manipulación de la mujer, precisamente a través de esa maternidad en una Sociedad machista. Creyó siempre en el amor y lo practicó con su amada Gladys. Pensaba que con su granito de arena o su humilde aporte podría cambiar el mundo; un mundo injusto en contra de la mujer. Confiaba en que un día el hombre y la mujer disfrutaran de la misma igualdad y oportunidades. Alentaba a la mujer, a despertar de ese letargo a la que fue sometida durante siglos .
José Luis escribió variados temas en periódicos y revistas. Y como buen metafísico en la rama de la Parasicología también dejó su aporte. No era Masón ni Rosacruz; pero era un ser humano esotérico y avanzado para estos tiempos. Era un caballero, era un alma buena y limpia; alguien que veneraba al Universo y a toda la creación. Se inclinaba por la Filosofía oriental. Pensaba que la mejor manera de practicar una religión era hacer que la acción de uno se correspondiera con el verbo. Repudiaba los rituales vacíos o sacramentos inventados.
José Luis abrazaba la idea del derecho a la felicidad : una felicidad sin divisiones entre el hombre y la mujer y sin guerras de sexos. Ambos con el mismo derecho a disfrutar los placeres de la vida. No era materialista, vivía simple, con pocas posesiones, y no muy atado al reloj, aunque siempre cumplía sus horarios. Su palabra era mucho más que un contrato legal.
Cuando recibí la noticia de su muerte y su repentina marcha de este mundo, lloré incontenidamente; lloré por el amigo, el ángel, el protector, el confidente, el consejero, en fin, lloré por el hermano. Les puedo decir con certeza que José Luis fue una de las cosas más hermosas que me ha sucedido en la vida y que no olvidaré jamás. Con él aprendí muchas cosas, y aún sigo aprendiendo después de su muerte. Por eso al igual que lo hizo la escritora chilena Isabel Allende con su hija Paula al morir, yo repito: “Adiós José Luis hombre; bienvenido José Luis Espíritu.”
Publicado por © Xiomara Pagés - Miami (USA)
Damos la bienvenida y nuestro agradecimiento por su emotiva colaboración a Xiomara Pagés (Dj y el staff)
José Luis escribió variados temas en periódicos y revistas. Y como buen metafísico en la rama de la Parasicología también dejó su aporte. No era Masón ni Rosacruz; pero era un ser humano esotérico y avanzado para estos tiempos. Era un caballero, era un alma buena y limpia; alguien que veneraba al Universo y a toda la creación. Se inclinaba por la Filosofía oriental. Pensaba que la mejor manera de practicar una religión era hacer que la acción de uno se correspondiera con el verbo. Repudiaba los rituales vacíos o sacramentos inventados.
José Luis abrazaba la idea del derecho a la felicidad : una felicidad sin divisiones entre el hombre y la mujer y sin guerras de sexos. Ambos con el mismo derecho a disfrutar los placeres de la vida. No era materialista, vivía simple, con pocas posesiones, y no muy atado al reloj, aunque siempre cumplía sus horarios. Su palabra era mucho más que un contrato legal.
Cuando recibí la noticia de su muerte y su repentina marcha de este mundo, lloré incontenidamente; lloré por el amigo, el ángel, el protector, el confidente, el consejero, en fin, lloré por el hermano. Les puedo decir con certeza que José Luis fue una de las cosas más hermosas que me ha sucedido en la vida y que no olvidaré jamás. Con él aprendí muchas cosas, y aún sigo aprendiendo después de su muerte. Por eso al igual que lo hizo la escritora chilena Isabel Allende con su hija Paula al morir, yo repito: “Adiós José Luis hombre; bienvenido José Luis Espíritu.”
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