martes, 26 de enero de 2010

El adiós a Inda Ledesma



Cuando Pierre Chenal dirigió “Seccion desaparecidos”, nunca imaginó que su obra sería el punto de partida de mi admiración por quien después sería una de mis grandes maestras en el arte escénico y de la expresión cantada: Inda Ledesma.

Aquella producción de 1958, rimbombante en cuanto al elenco -pues participaban en ella figuras internacionales como Maurice Ronet y Nicole Maurey- y excelente muestra del cine negro argentino, fue un estímulo para mí que, al cabo del tiempo y de la oportunidad, se transformaría en una necesidad: llegar a esa mujer enigmática, de ojos enormemente bellos y rictus amargo en su boca, que llenaba la pantalla y era una Medea que traspasaba el telón y se desplegaba en la platea inundando el corazón de un adolescente que se llenó de miedo cuando la vio, por la magnitud de su emoción revivida en cada proyección.

Luego, en 1962, vendría “A puerta cerrada”, la famosa “Huis clos” de Sartre, dándonos otro ejemplo de soberbia actuación y entrega al personaje con tal intensidad, que la película se transformaba sólo en ella, desluciendo al resto del elenco por la intensidad de su trabajo y el compromiso de su mundo interior con el rol asignado por la dirección.

Y así siguió una lista de 22 producciones para el cine, con memorables escenas, con entrañables roles, con toda Inda Ledesma latiendo en cada escena como sólo ella sabía hacerlo y entregarlo.

En la década de los ’80 tuve oportunidad de conocerla, de frecuentarla, de tomar clases con ella pues necesitaba una maestra que me indicara los pasos a seguir con las letras del tango en mi rol de cantante. Fuimos un grupo hermoso que una vez a la semana y durante un año, seguimos paso a paso sus indicaciones, amamos sus lecciones, escuchamos sus anécdotas y hasta compartimos el delicioso “té de yuyos” de su termo que no dejaba de acompañarla en cada clase. Entre los alumnos, hoy más conocidos, estaban allí conmigo Ricardo Lister y Ángela Ragno.

Puedo decir, con propiedad, que Inda Ledesma marcó un antes y un después en mi carrera de cantante. Las letras ya no fueron lo mismo después de asistir a sus clases, cobraron importancia los verbos de la frase, la intencionalidad del final anticipado en el comienzo, la historia re-creada del personaje que nunca debe dejar de estar presente, el compromiso de la propia memoria emocional enlazada con la historia que uno canta, la previa relajación antes de cada actuación. Rubros sagrados que todo actor sigue pero son pocos los cantantes que aplican estos pasos que enriquecerán lo que luego harán en el escenario cuando deban crear, en tres minutos, una historia tal vez de años o de décadas.

Inda lo logró. Inda fue la maga de una sonrisa cordial y tierna, tan lejos de los superlativos personajes de sus comienzos, que estar con ella era como compartir con una querida tía una tarde de mate y bizcochitos bajo una parra de patio en el barrio de Chacarita en un tiempo bello y alejado del caos y de la incoherencia en la que hoy estamos sumidos.

Es que así son los grandes que a la vez son maestros: sencillos y entregados, concienzudos formadores, entrañables compañeros, exigentes docentes que dan todo por su alumno.

Inda Ledesma: yo te agradezco la oportunidad que tu alma me dio de acercarme a vos, de compartir tu ser durante un año, de captar tu esencia, de haberme ayudado a encontrar, para mis tangos, verdad en la palabra, música en el verbo, ritmo en la historia, belleza en el desarrollo y éxtasis en el final. Y también te agradezco la dulzura de tu verbo y la honda mirada de tus ojos profundos, de donde emergían, siempre renovadas, las mujeres que incorporaste y que me hicieron vibrar: la visceral Amanda Merlino de “Sección desaparecidos”, la dulce y tierna Amalia, muchacha de barrio de “Los días que me diste”, la inolvidable y breve Señora Bullosi de “El hombre de las sorpresas” o la matriarcal y meridiana Doña Leonor Acevedo de Borges de “Un amor de Borges”.

Gracias Inda, sé que al ingresar adonde hoy llegaste, un largo y conmovido aplauso coronó tu entrada en el reino de la Inmortalidad.

Publicado por Alberto Peyrano
Buenos Aires, Argentina
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4 comentarios:

Ana María dijo...

Querido Alberto
Siento mucho la partida de Inda
Dios la tendrá a su lado
Gracias por enviar tan bello artículo
Besos Ana María Zacagnino

Rbk dijo...

Qué privilegio ser amigo y alumno de esta enorme artista.
Cuando gente así se marcha, tan fructífera, tan dadivosa en dones, siempre sigue viviendo -germinando, cual semilla- en todos aquellos a quienes aportó sus conocimientos y genialidad.
Un abrazo, Alberto.

Graciela María dijo...

Hermoso homenaje para una grande y quien se siente agradecido por lo que recibió de ella... Felicitaciones, amigo... No se olvidarán el uno del otro, ninguno de los dos... Cariños

Kellypocharaquel dijo...

Hermoso homenaja Una Grand artista, bello ser humano y el privilegio de haber compartido vivencias con ellas,es maravilloso
Magnifica nota Alberto.
Besos
Raquel