miércoles, 3 de febrero de 2010

MENDELSSOHN Y LA CUEVA DE FINGAL



“Cuando Dios se pone a pintar paisajes,
crea cuadros de extraña belleza.” (Félix Mendelssohn)


Se cumple hoy el 201º Aniversario del nacimiento de Felix Mendelssohn Bartholdy. El músico había nacido en Hamburgo el 3 de febrero de 1809 y falleció en Leipzig el 4 de noviembre de 1847, y está considerado uno de los grandes compositores alemanes representativos del periodo romántico. Fue un niño prodigio que tocaba el piano con maestría y componía piezas musicales. A los nueve años hizo su primera aparición en público, cuando participó en un concierto de música de cámara, y a los 13 compuso su primera obra publicada, un cuarteto para piano. En un encuentro con Goethe, el famoso escritor quedó impresionado de la forma en que Mendelssohn tocaba el piano y le dijo que si algún día estuviese triste, quisiera que acudiese a verle con su música.

Dentro de los numerosos viajes que realizó Mendelssohn durante su breve vida, cobra especial importancia para nuestra nota, su periplo por Gran Bretaña. En 1829, a los 20 años de edad, por consejos de su padre para que diera a conocer su talento en otras tierras, Mendelssohn realizó la primera de sus visitas a Inglaterra, país que habría de ser muy hospitalario para su música y su persona. Como viajero ilustrado que era, Mendelssohn solía escribir interesantes y evocativas cartas desde los lugares que visitaba, cartas que son una fuente invaluable de información sobre su pensamiento musical y sobre sus apreciaciones de la cultura y la naturaleza humana. Así, la capital inglesa le produjo al joven músico una profunda impresión: “Es impresionante, ¡es de locura! Estoy completamente aturdido y confundido. Londres es el monstruo más grande y complicado que existe sobre la faz de la tierra”. En ese año de 1829, dirigió una sinfonía suya en la Sociedad Filarmónica de Londres con éxito apreciable. Los músicos de la Filarmónica se sorprendieron al principio pues debían someterse a un muchachito y no a un maduro director. Pero el talento de Mendelssohn pronto los hizo olvidarse de prejuicios y el concierto tuvo éxito. Los críticos aclamaron su música y su obra. Cinco días más tarde, hizo su primera aparición como pianista tocando de memoria el Konzerstück de Weber. Y escribió a sus padres: “¡Por Júpiter!, yo toco mejor aquí que en Berlín. ¿Y por qué? Porque aquí la gente muestra más satisfacción en escucharme”.

En el verano de ese año el compositor alemán viajó a Escocia, y de esa jornada son algunas de sus cartas más poéticas y evocativas. Como era de esperarse, el viaje lo llenó también de ideas musicales. En sus propias palabras, Mendelssohn afirmó que había ido a Escocia con el oído abierto a las canciones folclóricas, con el alma dispuesta a admirar la campiña y el corazón preparado para apreciar las piernas desnudas de las nativas. Las tierras escocesas le inspiraron algunas de sus mejores obras y despertaron su inspiración poética. Allí surgió, como nacida de las mismas aguas del mar, su poema sinfónico “Las Hébridas”, también conocido como “La gruta de Fingal”. Fue por los estímulos que recibió frente a las fuerzas de la naturaleza que escribió: “Cuando Dios se pone a pintar paisajes, crea cuadros de extraña belleza.”

Frente a la costa occidental de Escocia se encuentra un grupo de más de 500 islas conocidas como el archipiélago de las Hébridas. Menos de la quinta parte de estas tierras se encuentra habitada, y la población es variable debido a constantes fenómenos de migración. Hay en ellas un poco de agricultura, algo de ganadería, ciertas actividades pesqueras y, sobre todo, la confección de ese tipo de tela típicamente británica que se conoce como tweed. En algunas de las islas pueden verse monumentos prehistóricos y en otras, algunos restos arquitectónicos del cristianismo medieval. Ahí, en pleno mar de las Hébridas, flanqueada a oriente y occidente por las islas de Mull y Tiree, y al norte y al sur por las islas de Ulva y de Iona, se encuentra la isla de Staffa.

Su nombre proviene de los vikingos, quienes la llamaron así por sus "pilares" o "columnas", en referencia a las columnas de basalto que existen en la isla que a veces semejan tubos de órgano. Se encuentra ubicada a 6 Km al oeste de la isla de Mull, tiene 33 hectáreas de territorio y su punto más alto está a 42 metros sobre el nivel del mar. Es una isla que ha obtenido cierto renombre tras ser visitada por Sir Joseph Banks a finales del siglo XVIII, quien ensalzó la belleza de las columnas que la caracterizan, y dio el nombre de "gruta de Fingal" a la principal cavidad natural, la espectacular caverna marítima de la isla. Ya en siglos posteriores, otras personalidades, incluyendo a la reina Victoria visitaron la isla. Actualmente, está deshabitada y se puede acceder a ella en barcos turísticos que parten desde Oban, Mull y otras localidades cercanas, y permiten al visitante admirar la belleza de sus grutas y contemplar a los frailecillos anidando en el lugar.

La Gruta de Fingal está formada por basalto hexagonal, similar en estructura -a causa de su mismo origen en un flujo de lava- a la Giant's Causeway o “calzada de los gigantes” de Irlanda del Norte. Su tamaño y techo de arcos naturales, junto a los escalofriantes ecos producidos por las olas, producen el ambiente de una catedral natural. El nombre gaélico de la gruta, Uamh-Binn, significa "Gruta de la melodía". Pero la fama que adquirió este hueco natural excavado en la piedra por la mano gigantesca de la fuerza del mar se debe a Félix Mendelssohn , quien esbozó in situ su obertura “Las Hébridas”, más conocida como el nombre de la misma cueva. Ésta era ya por aquel tiempo un atractivo turístico y Mendelssohn no permaneció ajeno a los relatos de esta maravilla, por lo cual decidió conocerla, sin sospechar que la experiencia tendría como consecuencia una de sus obras más profundas y delicadas.

En aquella época la cueva tenía aproximadamente 11 metros de altura y 60 de profundidad (actualmente es un poco más profunda debido al avance de la erosión marítima), y contenía coloridos pilares. Contactado con los sonidos, la luz, el colorido, la dinámica de las aguas y el entorno del paisaje, el compositor no pudo sustraerse al llamado de su inspiración e inmediatamente comenzó a escribir lo que después se convertiría en el tema inicial de la obra. Cuando se la envió a su hermana Fanny, en la carta que acompañaba a la partitura afirmó: "Para lograr que comprendas hasta qué punto me han afectado las Hébridas, te envío lo siguiente, que vino a mi cabeza allí".

Mendelssohn terminó la obra el 16 de diciembre de 1830, y la tituló originalmente “Die einsame Insel” (La isla solitaria). Sin embargo, más tarde revisó la partitura, que volvió a dar por finalizada el 20 de junio de 1832, y la retituló “Die Hebriden” (Las Hébridas). El título "La Gruta de Fingal" también hace su aparición en la partitura. La obra se estrenó el 14 de mayo de 1832 en Londres, en un concierto en el que también se interpretó “El sueño de una noche de verano”. El manuscrito autógrafo se conserva en la Biblioteca Bodleiana, en Oxford.

Pese su calificación de "obertura", la obra está pensada como pieza independiente. No narra una historia y por lo tanto no cabe calificarla como música que preludia una gran ópera o una sucesión posterior de temas, sino que se trata de la descripción de un ambiente, la pintura de una escena o paisaje, con lo que se convierte en una de las primeras obras musicales en intentar algo semejante. Consta de dos temas principales: las notas iniciales, interpretadas por las cuerdas, establecen el tema que Mendelssohn dijo escribir en la cueva misma. Este tema lírico y sugerente de la belleza de la cueva está pensado para inspirar sentimientos de soledad. El segundo tema, en cambio, al que se suman otros instrumentos, representa el movimiento del mar y de las olas. La pieza está escrita para una orquesta estándar y dura aproximadamente 11 minutos.

No es difícil apelar a la imaginación y visualizar a Mendelssohn parado sobre el majestuoso paisaje de Staffa, teniendo frente a sí la entrada de la gruta y anotando la frase musical con la que inicia su partitura, que a la larga habría de resultar una de sus obras más logradas. En 1833 Mendelssohn la dirigió en Berlín, en el estreno de su obertura en Alemania, y desde ese día la obra ha ocupado un merecido lugar de privilegio en las salas de conciertos de todo el mundo. Un gran equilibrio formal, un conciso y claro desarrollo de los temas principales, una orquestación vital pero no exhibicionista y, sobre todo, un gran poder de evocación, son las cualidades de esta pequeña joya musical del romanticismo.

© Alberto Peyrano
Buenos Aires, Argentina
Nota publicada en la Revista Estrellas Poéticas
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1 comentario:

J. Berrio dijo...

Muy buen artículo. La Obertura es de mis favoritas, siempre me he preguntado por qué se llamaba así, ahora lo sé. Ojalá algún día pueda ir a la cueva y ver qué fue lo que inspiró a Mendelssohn.

Gracias por el artículo.